Las
otras entrevistas las mantuvimos el 26 de septiembre de 2015 en la casa de María
Esther Martín, una longeva residente de la zona que llegó a los 15 años al
barrio, y si bien se mudó, siempre estuvo en la zona.
Lo que sigue son fragmentos de las charlas que
pudimos compartir.
Todo el material de audio se presentará más adelante, al
igual que las entrevistas completas y más información que se vaya logrando.
LA CURVA: VISTA POR UNA CENTENARIA MUJER
María
Esther es residente de la zona desde los 15 años y, desde entonces, transitó
veredas compartiendo su tiempo con las personas, sin mirarle el pelo.
̶ ¿A qué edad o cuándo se mudó, más o
menos, acá al barrio? ¿O usted nació acá en el barrio?
̶
No, en este barrio no. Yo nací en Colonia, a mucha honra. Porque para
mí, nombrar Colonia es...
̶ ¿Y se acuerda, más o menos, a qué edad
se mudó a la zona de la Curva?
̶ A Montevideo, vine a los 15 años.
̶ A los quince... ¿Y acá a la Curva?
̶ A los quince, porque yo vine
primero acá a la quinta de un tío mío. Porque mis padres tenían que venir a
Montevideo. Por la salud.
̶
¿Por una cuestión de que había un servicio un poco mejor?
̶ Sí, sí. Porque estaba la familia
de mi madre. Vivía toda acá en Montevideo.
̶ Según lo que yo leí, en su momento,
hace un montón de años atrás, esta zona de La Unión, de la Curva y demás, era
un lugar que los montevideanos de aquél entonces, lo elegían para venir a vivir
porque era mucho más sano, más limpio.
̶
Suburbano. De la Curva para acá, ya era suburbano. Tal es así que el tranvía no
iba por los rieles de la calle, sino en una orilla que quedaba... junto a la
banquina. Y cada tanto tenía un desvío. Los tranvías tenían sus desvíos y sus
horarios. Tal es así que yo, llegué a Montevideo, di el examen de ingreso;
porque vine de la escuela de allá. Di el examen de ingreso. Ingresé. Y tenía
que estar a sus horas... Porque no había ómnibus. Era el tranvía.
Al principio todo fue color de
rosa. Color de rosa porque lo corría y lo alcanzaba. Pero después fue más rosa,
fue un ramo de rosas. Porque los conductores ya me conocían. Sabían cuando yo
salía de mi casa corriendo a alcanzar el tranvía.
̶ Un servicio casi personalizado...
̶
He... porque si llegaba tarde al liceo... En aquél entonces, ese liceo usted
entraba... Era como una ratonera. No podía salir.
̶ ¿En qué año nació usted?
̶
En el 14. Cuando la guerra.
̶ Quiere decir que...
̶Tengo
ahora 100, voy para el uno
̶ Para ciento un años. Y en esa época,
más o menos, estamos hablando de 1930, más o menos cuando vino al liceo.
̶
Sí. Le digo... Eran tiempos hermosos.
̶ Más tranquilos...
̶
Hermosos porque eran más sanos. Había una amistad sincera. No había egoísmo. En
el liceo éramos grupos de cuarenta y tantos... Éramos todos amigos. No había un
sí, ni un no. Tan es así que el grupo nuestro. Un grupo formado por
estudiantes. Que le habíamos puesto el nombre de... Porque éramos año B. Y le
pusieron Balalaica. Y antes de entrar a clases nos reuníamos todos y teníamos
un dicho: "balalaica sí, Balalaica no..." y no sé cómo era lo otro
que seguía... y entrábamos a clases. Había un respeto a los profesores. Y
cuando los profesores, vamos a decir, que nos respetaban. Le hago una
advertencia, le hablo de mi grupo, n sé los otros grupos. Pero no habían
discordias, no había nada.
La casa del barrio
̶
Nosotros vinimos acá en el 78... En Mateo Cortés... también corría. Después que
me mudé de acá de Camino Maldonado, que mi padre dijo:"Yo no voy a estar
de agregado, ni voy a estar pagando alquiler, me gusta encontrar una casa.
Encontró una casa en Mateo Cortés, que se remataba. Mi padre la compró, la hizo
remendar, y fuimos a vivir ahí. No teníamos ni un sí, ni un no. Tl es así que a
mi casa le decían: "La casa del barrio". Porque todos venían ahí. A
buscar... [La entrevistada hace un gesto como quien busca
comida] Era precioso. Era el único
teléfono que había en el barrio.
̶ Claro, claro... ¿Y cómo era el
teléfono? Porque no era como los de ahora.
̶
No, era un armatoste. Grandote. [Sonríe la entrevistada
y una de las personas que estaba presente aclara que María Esther es enfermera]
̶ ¿Qué había? ¿Había algún club, una
fábrica ya en esa época?
̶
Había una fábrica, pegado a mi casa. Una fábrica textil. En esa fábrica textil
nunca fui no más que para curiosear. Y los patrones, los jefes, si yo había
trabajado ahí. Porque nombrar a María Esther ahí, era como una tribuna. [Se
ríe nuestra entrevistada]
̶ ¿Y cuál era su actividad, a qué iba? A
curiosear sí, pero... tenía amigos en la fábrica...
̶
No... después sí, Después me hice amiga del que atendía la caldera. Que tan es
así que yo me casé teniendo 63 años. Con un novio que tuve cuando recién
vinimos a Montevideo. Y le digo: "Yo no fui nunca". Y un día me
pregunta el jefe de personal: "Dígame María Esther, ¿usted trabajó alguna
vez en la fábrica?"... "Nunca"[cuenta que le
respondió] "¿Y cómo hablar de María
Esther es cómo hablar de una compañera" [Ella relata que le
contesta]"Señor, ustedes sabrán". Porque y me había hecho amiga de
todos.
Tenían
huelga, ¿a dónde iban?... A casa. A tomar algo, o hablar por teléfono o a
descansar un rato. Lo que fuera. Los patrones, lo mismo. Tenían que preguntar
alguna cosa, ¿a dónde iban? A casa. Ya digo... Yo le dije a él así. Y después, me empezaron a pedir
recomendaciones, hasta que di con una persona, que recomendé y al final era
revolucionario. Y le dije a mis padres: "Yo no recomiendo a nadie".
Después,
cuando me casé, que fallecieron mis padres, le dije a mi marido: "Nunca me
mandes nadie a que recomiende". Porque yo les dije no me recomiendo ni yo
misma.
El
caso es que cambió de firma. Cesó la fábrica de textil y pusieron una de... de
cosas químicas, con ellos me quedé grandes amigos.
̶ Perdón que le corte, en esa época de
la fábrica textil, todavía, ¿el nombre de la fábrica?
̶
La fábrica TUSAM
̶ ¿Y en qué año fue esa huelga, o hubo
más de una huelga?
̶
Hubieron varias huelgas. Pero una huelga muy grande que hicieron campamento en
el terreno de enfrente. Y ahí, todos venían a casa. Hombres y mujeres. Y bueno,
y seguí siempre igual. Tan es así que después vinieron empleados nuevos para la
otra fábrica y se habían hecho amiguísimo conmigo.
̶ Y entonces, después, fue una fábrica
de productos químicos.
̶
Sí, y ahora hay no sé qué... [Algo de mecánica,
aclara una amiga de la entrevistada presente]
̶ ¿Y las calles son?
̶
Eusebio Vidal la de este lado [Aclara la amiga, al tiempo que pregunta por la
otra calle]
̶
Oyarbide
̶
Entonces, había más fabricas acá, en toda la zona. Es una zona donde
hubo, durante alguna época, varias fábricas.
̶
Una fábrica muy grande siguiendo la calle lamas para abajo, preciosa. Que
también, hubo una huelga no sé de qué, que rompieron vidrios y todo. Que
deshicieron todo. Quedó sin funcionar esa fábrica. Daba, los fondos de la casa
que nosotros ocupábamos, daba lindero a esa fábrica. Porque era grande.
Largo... Bueno, ahí, tenía yo a mis padres...
Después
yo estudié, me recibí de bachiller. Iba a seguir mis estudios. La mente no me
respondía. Los nervios me sancionaban. Porque me dejaban fuera de... Y dije:
"No estudio más, voy a trabajar". Conseguí por una señorita mayor, un
empleo en la Droguería Surraco. Que en aquél entonces estaba en Rincón. La
farmacia entrabas por Rincón. Y por Juncal, la que pasaba por el costado de la
plaza Independencia. Bueno, ahí me iba yo. Salía de casa a las 7 de la mañana,
regresaba a las 12, tomando un tranvía.
̶ Todavía funcionaba el tranvía.
̶
Ni mira de haber ómnibus. Tenía que ir en tranvía. La vida perdurable. Tenía
que estar a las 2. De allá de la plaza Independencia venía acá a mi casa. Mi
madre ya me esperaba con la comida, comía, y salía.
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